El proceso de producción de una obra implica ciertos elementos como los materiales, mano de obra, tecnología, estudios, pruebas empíricas etc. El resultado de dicho proceso viene a ser el producto, es decir la obra visual. Ahora bien, existen exposiciones donde la obra que se presenta consiste en el resultado final de todo un proceso investigativo, como el producto que se buscaba obtener. Pero también existen muestras, donde lo que se expone como obra no es precisamente el resultado de un estudio, sino mas bien el registro de todos los sucesos que acontecieron antes de llegar al producto final.
A mediados de los años 60, en Estados Unidos y Europa nace un movimiento artístico llamado Arte Procesual o arte en Proceso, el cual se interesa por el hacer real, que nace de una motivación racional e intencional. Este movimiento tiene sus raíces en la pintura de Jackson Pollock, característica por el goteo y el uso del azar controlado como recurso estético, donde la obra no es tanto el resultado de una organización formal de los materiales sino la presentación espontánea del acontecimiento donde se origina la imagen. De esta manera, el arte pasa a transformarse en el lugar donde el productor obtiene un conocimiento del mundo que lo rodea, gracias a la relación directa de pensamiento y acción.
Ahora, si pensamos directamente en dicho proceso, cabría preguntarse por su metodología y planteamientos, por que hablar de procesos no quiere decir que solo exista uno, sino que engloba diferentes procedimientos que los artistas emplean para llevar a cabo una propuesta plástica, y respecto a esto es que necesitamos saber ¿cuál es la manera más apropiada de embarcarse en un trabajo visual?, ¿existe realmente una manera adecuada para realizar una investigación en torno a lo estético? ¿o mas bien se trata de un proceso intuitivo y libre?. Bien, una de las metodologías que se enseña en las academias artísticas consiste en primer lugar, en la observación del entorno, ya sea directo o indirecto, es decir, esta observación puede contemplar cualquier aspecto de la realidad a la que el artista tenga acceso de investigación, la cual no necesariamente debe encontrarse vinculada a su persona. En segundo lugar, se identifica un fenómeno, anomalía o problemática a la cual se da importancia analizando todas sus características. Luego de una exhaustiva investigación del caso, se procede a representar visualmente su comportamiento, no con el fin de dar solución a un problema, sino que a través del lenguaje visual se busca dejar en evidencia las reflexiones antes realizadas. Ahora bien, eso no quiere decir que no existan artistas que intenten solucionar problemas que atañen a su entorno y que además persigan otros objetivos o que no deban hacerlo, solo digo que el arte, a diferencia de otras disciplinas, no tiene la obligación de dar solución a una interrogante.
Por otro lado, hay procedimientos que son absolutamente a la inversa, primero se ordenan los elementos visuales de una determinada manera, se trabaja en lo práctico hasta acabar la labor y luego se intenta justificar lo realizado mediante la investigación de temas que tengan relación con el resultado visual. Lo cual se transforma, muchas veces, en una metodología de doble filo, ya que la obra tiende a evidenciar una suerte de excusa en su “fundamento” teórico y no se muestra en estrecha relación con las reflexiones planteadas en el discurso.
Sin embargo, hay procedimientos que mezclan ambas formas de trabajar, esto quiere decir, que dan importancia tanto a la investigación teórica como a la parte visual y el proceso consiste en ir realizando las dos actividades al mismo tiempo. De esta forma, el resultado final se comporta de una manera más natural a la hora de analizar su coherencia teórica y práctica, ya que ambas no fueron realizadas bajo tensión sino de manera espontánea a medida que se iba avanzando en el proyecto. En este caso podríamos citar a Benjamín Lira en una entrevista que le realizó Edward Shaw, donde le pregunta por sus intenciones y el responde: “Creo que mi obra está articulada por una búsqueda constante que se revela en representar los múltiples rostros de la condición humana. El proceso en mí es más intuitivo que racional. Muchas de las imágenes en mi trabajo nacen solas y van tomando su forma o formato en el momento en el que resultan ser. El proceso en sí crece intuitivamente. Si uno estudia las 66 cabezas que he hecho, puede ver rasgos de cambio. No es un camino directo; a veces retomo ideas anteriores, a veces el material mismo dicta una variante. No respondo a ningún plan maestro.”(1) Si bien, Benjamín no responde a ningún plan maestro, se encamina en el proyecto reflexionando y trabajando a la vez, intuitivamente pero controlando y teniendo claros cuales son sus objetivos en el trabajo.
De esta forma, entendemos que el arte se transforma en un canal, el portavoz de nuestras ideas, que necesita tanto de la investigación y reflexión como de la práctica de sus recursos formales, siendo este, un tema que provoca controversias, tanto en las personas que se dedican a la crítica de arte como en los que lo ejercen, ya que cada manera de proceder en los proyectos tiene sus pro y sus contra. Sin embargo, pareciera ser, guiándonos por la experiencia de distintos artistas, que la manera más adecuada, aún entendiendo que podrían existir muchas y que cada artista elige la que más le acomode, sería el trabajo constante tanto de la parte visual como la investigativa, incluso podríamos decir que mediante el trabajo práctico mayor al investigativo pero no superior al reflexivo, se podría llegar a resultados plásticos tan interesantes como los que podría provocar una profunda investigación filosófica.
(1) “El Ojo de la Mano y la Mano del Fuego” por el periodista Edward Shaw en la Página Web www.blira.com (http://www.blira.com/entrevista.php?carpeta=entrevista)